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Muere a los 81 años Chuck Close, el retratista implacable

Maestro del hiperrealismo, se quedó tetrapléjico en 1988 y, a pesar de ello, siguió pintando en silla de ruedas. En 2017 fue acusado por varias mujeres de acoso sexual

Chuck Close, junto a un 'Autorretrato', en la exposición que le dedicó el Museo Reina Sofía en 2007 DANIEL G. LÓPEZ

Fernando Castro Flórez

Chuck Close , uno de los grandes maestros del hiperrealismo , falleció el jueves a la edad de 81 años . Comenzó a realizar su obra en los años sesenta, una década en la que se fueron imponiendo los planteamientos del conceptual y el minimalismo, asistiéndose también a la recuperación del dadaísmo con la expansión del happening y el frente paramusical de Fluxus. Close no se sentía distanciado de la obsesión fenomenológica del minimal, manteniendo relaciones amistosas con Sol LeWitt, Robert Ryman o Richard Serra al que llegó a retratar. En cierto sentido, formaba parte de un momento de eclosión artística, de esa neovanguardia que apostó por la interdisciplinariedad. Trató de desembarazarse del etiquetado de 'fotorrealista' y, consciente de que tenía que remar contracorriente, evitó cualquier fundamentalismo pictoricista. En una entrevista en 2009, recordó que en aquellos años de rebeldía «el que pintaba era un idiota y lo más tonto de todo era hacer retratos; así que pensé: bueno, ¡estupendo!, no tendré mucha competencia». Ciertamente, los pretendidos herederos de Duchamp tenían también pocas ganas de soportar el olor a trementina.

Este creador nacido en Monroe en 1940 quedó fascinado, cuanto tenía catorce años, por la obra de Jackson Pollock y, en sus comienzos, se dejó llevar por el furor expresionista. Tras su periodo formativo en Yale, en el que tuvo como profesor a Alex Katz , encontró su lenguaje propio esforzándose en componer enormes retratos, tardando cuatro meses en terminar su 'Gran autorretrato'. Supo asumir planteamientos del pop, llegando a retratar a su amigo Rauschenberg , y hasta podemos sugerir que reinventó la teselación , pintando mosaicos con una minuciosidad alucinante. Partía de fotografías que luego reticulaba y recomponía con la lentitud de diversos procedimientos pictóricos como fue el uso de la huella dactilar del pulgar.

Sufrió en su infancia un trastorno del aprendizaje ( prosopagnosia ) que le dificultaba reconocer los semblantes, esto es, no era capaz de reconocer los rasgos característicos de una persona. Acaso esa dificultad en la 'identificación' del otro fuera un factor determinante en su fascinación por los rostros . Era también, según él mismo declaró, un tipo tremendamente indeciso y eso le llevó a buscar procedimientos muy estrictos al pintar, negándose a dar rienda suelta al gesto expresivo: «Quería –declaró en una ocasión– una marca estúpida, inarticulada, carente de interés, que ella misma no pudiese ser más sugerente que la última, o más hermosa que la siguiente».

Este artista norteamericano se quedó tetrapléjico en 1988 y, a pesar de ello, siguió pintando en silla de ruedas y con una férula ortopédica en la mano . Si bien reconocía que era un «retratista implacable» , también se consideraba como un optimista, alguien que no pretendía ofrecer el rostro amargo de la existencia. Heredero de Seurat, se autorretrató en 1968 con el pelo alborotado, barba de varios días, un cigarro encendido entre los labios y el reflejo del flash en los cristales de las gafas, un gesto desafiante que contrasta con su imagen de 2001: calvo y representado como si estuviera detrás de un vidrio esmerilado. Cluck Close quería que sus rostros tuvieran vida; intentaba pintar de la manera más neutral posible, sin dejarse llevar por la emoción: «Pero lo que sí busco –apostillaba– es incrustar en la imagen signos de la vida de la persona hasta que yo la retrato». Sus modelos eran, principalmente, amigos suyos, algunos desconocidos y otros pertenecientes al mundo del arte, como el músico Philip Glass o Lou Reed .

Su 'descarnada' representación de arrugas y poros, su microscópica atención a los accidentes de la piel, no suponían ninguna sublimación de los sujetos retratados, al contrario, parecía que deconstruía los semblantes. Entendía el parecido como un subproducto de su trabajo pictórico, un síntoma, como apunta Hans Belting, de la crisis contemporánea de la imagen. Este obsesivo 'reticulador' de los rostros gozó de buena fortuna crítica y sus obras ingresaron en colecciones tan prestigiosas como la del Museo Metropolitano de Nueva York. En 2017 fue acusado por varias mujeres de acosarlas sexualmente en su estudio y la Galería Nacional de Washington canceló la muestra que tenía programada.

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